inteligencia emocional

Guía Básica de Inteligencia Emocional

Dado que casi todas las enfermedades se generan en el campo de conciencia emocional, vamos a dedicarles una atención especial. La intención es revertir en mayor  conocimiento de nosotr@s,  mism@s y por tanto equilibrio y salud. Un mínimo de  inteligencia emocional   para comprender lo que ocurre en nuestras relaciones personales.

Las emociones tienen una base biológica y son mecanismos de adaptación a las distintas situaciones vitales que atravesamos. Nos permiten actuar, cambiar, ser creativ@s. Pero también pueden ser utilizadas para controlar a las personas con quienes nos vinculamos cuando no responden a nuestras expectativas o deseos. Por ello podremos conocernos mejor si observamos como son nuestras reacciones.

Podríamos decir que el amor y el dolor no son emociones sino sentimientos. Estos son más elevados a nivel evolutivo que las emociones y  también son más profundos, ambos se producen a nivel del corazón.  El amor es la apertura total al otro y nos permite tener emociones auténticas. El amor herido produce dolor y es en la evitación de este dolor cuando muchas veces nos enredamos. Las emociones, en cambio, se viven a nivel del plexo solar, por lo tanto pertenecen a nuestro ser primario.

EMOCIONES AUTÉNTICAS

La tristeza ayuda a separarnos de una persona, una situación o una etapa de la vida. Es una emoción de larga duración que necesita reconocerse para que sea trascendida y podamos volver de nuevo a sentir la alegría del momento presente. Cuando no podemos cambiar algo, perdemos algo… Nos muestra aquello que amamos.

El miedo es la señal de alarma ante un peligro, nos permite identificarlo y  tomar precauciones. Cuando sentimos que no sabemos qué va a pasar o tememos que pase algo…

La ira aparece ante una situación dañina, es una emoción enérgica que implica impedir que esa situación se produzcaEs energía agresiva hacia el otro. Puedo pensar que estoy rabiosa por lo que otro me causó, pero tengo que ver lo que trajo a mi conciencia.

La alegría es la expresión de la plenitud, nos comunica que la personalidad y el alma están cerca y celebran lo que se está viviendo. Su expresión suele ser la sonrisa, y cuando se intensifica: la risa. Eleva nuestro tono energético y favorece la salud.

Cuando estas emociones se utilizan en su forma primaria o auténtica, conmueven a quienes las presencian y suelen lograr su función específica produciendo los cambios que se requieran del entorno.

El uso de las emociones para manipular

 Ya desde muy pequeñ@s descubrimos el poder que tienen las emociones para conmover a los demás y desde nuestra inmadurez comenzamos a utilizarlas para lograr aquello que no se nos concede. Esta actitud a menudo se vuelve inconsciente, por lo que muchas veces nos sentimos confus@s y no sabemos si lo que sentimos es auténtico conforme lo vivido, una artimaña infantil o un autoengaño.

¿ENTONCES, CÓMO PODEMOS DISTINGUIRLAS?

 Al  ser las emociones primarias una respuesta biológica, tienen unas características que podemos reconocer:

LA ALEGRÍA

 La alegría, además de una emoción está considerada un valor social, así que no es raro fingir la sonrisa para tapar algo que podemos estar sintiendo y no es aceptado por el entorno. A veces podemos sonreír automáticamente generando una mueca, cuando se quiere lograr camelar al otro. Descubrimos si es una sonrisa auténtica porque no solo es una mueca. Junto a la boca, los ojos también sonríen y la persona brilla.

LA TRISTEZA

La tristeza y su manifestación externa: las lágrimas, se producen como decíamos ante una separación. No es natural llorar ante una sensación de ira, aunque muchas mujeres lo hacemos sin poder evitarlo. La explicación la encontramos en nuestra infancia y en nuestra cultura que castiga a la niña enérgica y rebelde que demuestra su fuerza ante los adultos y cuestiona sus mandatos. Ante esto solo queda sacar la emoción por los ojos, algo más tolerado por ser  inocuo ante el sistema familiar pero que refuerza la imagen de debilidad femenina.

No obstante, la situación de los hombres se distorsiona hacia el otro polo. Como desde niños se les  prohíbe sentir (“los chicos no lloran”) muestran muchas veces su tristeza en forma de irritabilidad o provocación continua, y como ocurre con las emociones cuando no son auténticas, no logran la función para la que la naturaleza las ha diseñado, no conmueven, en este caso distancian. Si esto se convierte en un hábito o estructura de carácter, se le etiqueta como un “llorica” o bien un “tocapelotas”.

LA IRA

En cambio, la ira, es muy corta en su expresión. Es una reacción violenta como la de un volcán que puede arrasar con cuanto se está cerca. Tan solo 7 u 8 minutos es la expresión de una ira auténtica y que si surge en el momento justo donde debe sacarse, es sumamente saludable. La ira contenida, con el tiempo se convierte en resentimiento y daña tanto a quien la sufre como a quien va dirigida.

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EL MIEDO

Vivimos en una sociedad donde los miedos a los que nos enfrentamos son mucho más psicológicos que físicos. Tenemos miedo de no ser suficientemente buen@s en algo que nos han encomendado, a hacer el ridículo, a que nos abandone nuestr@ amad@, a la soledad… Detectar nuestros miedos es importante a la hora de darnos cuenta de nuestras reacciones y decisiones, pues el miedo nos separa de aquello potencialmente dañino, y cuando actuamos desde esta emoción para tomar decisiones, nos separa de nuestro objetivo.

Las emociones compuestas

Son emociones improductivas que se mezclan entre sí y crean confusión en quien las siente. Ejemplos de ellas son:

Los celos, que es un cóctel de miedo al abandono, tristeza por el sentimiento de separación de la persona amada y rabia por el sentimiento de traición o engaño.

La envidia, trae la tristeza por lo que no hemos alcanzado y el miedo de no poder alcanzarlo en un futuro.

El resentimiento es la rabia hacia el otro, unida al rechazo mantenido en el tiempo.

El odio es miedo y rabia juntos.

La vergüenza es el miedo al rechazo, junto a deseo y rabia. Surge cuando me pregunto si hice todo “bien” o me doy cuenta de que algo hice “mal”. También abarca el sentimiento de ridículo. Es una energía emocional hacia dentro, me siento inadecuada para los demás y para mí misma.

Los mecanismos de defensa

 En psicología, llamamos mecanismos de defensa a todo aquellas artimañas conscientes o inconscientes que utilizamos para no conectar son la realidad personal. Lo hacemos porque tememos darnos cuenta de que sentimos lo que sentimos o que estamos viviendo lo que vivimos… Al utilizarlos impedimos el contacto con el dolor que nos produce una situación determinada. Así, una parte de nosotr@s “se congela” quedando sin vida y sin acceso a nuestra esencia.

Un tipo de mecanismo de defensa es lo que llamamos: “elástico”

Se produce cuando una situación, un olor, unos rasgos físicos… despiertan una reacción desproporcionada, puesto que nos recuerda (conscientemente o no) una relación con una herida mal cerrada del pasado que se abre ante ciertos estímulos del presente.

Por ejemplo cuando alguien nos dice ciertas palabras, o estamos en una situación determinada y no lo soportamos. Esto se puede trabajar internamente viajando a la situación del pasado y aportando una nueva información de serenidad a nuestra psique. De este modo  se rompe el antiguo condicionamiento.

Cuando la emoción reprimida cobra factura

Cuando negamos las emociones que sentimos porque queremos que todo siga siendo bonito en nuestra relación con alguien, cometemos el error de excluir el dolor. Esto, a la larga hace que todo aquello reprimido aflore de forma desmedida y descontrolada  contra nuestro compañero. Es como si de pronto se presentaran ante nuestra conciencia todas las ocasiones en que el dolor se pasó por alto y regrese ahora contra quien atribuimos la responsabilidad del daño que sentimos.

A veces incluso la emoción no es propia

 Nuestra capacidad de resonar con las emociones de aquellas personas con las que nos vinculamos hacen que podamos sentir algo tan intensamente. Que creamos que son emociones que nacen en nuestra conciencia personal. No obstante pertenecen al campo de conciencia que engloba a tod@s aquell@s con quienes estamos vinculad@s. De este modo podemos adoptar emociones de nuestros padres, en la creencia inconsciente de que les ayudamos a llevarlas, etc.

La resolución de estas emociones pasa por la toma de consciencia de que no nos corresponde a nosotr@s manejarlas sino que hemos de devolverlas a su lugar. Así, quien tenga que hacerse cargo de ellas pueda hacerlo sin nuestra interferencia.

Más allá de la emoción: la metaemoción

 Para entender este concepto hemos de poder colocarnos en la posición de testigo de nuestras emociones. Cuando observamos una emoción y no nos identificamos con  ella, podemos experimentarla  más allá de nuestras relaciones humanas. A esto lo llamamos metaemoción. Desde esta posición tocamos su aspecto transpersonal.

Por ejemplo, la ira como metaemoción, sería la ira eficaz y justa que se expresa con consciencia y en neutralidad emocional.

Podemos decir que vibramos en la alegría, la pena, el miedo, como distintas frecuencias con las que podemos resonar. Corresponden al campo de conciencia emocional de la humanidad. Podemos salir y entrar en estos campos, cuando somos conscientes de lo que sentimos y lo que nos ha llevado hasta ahí.

Con amor,

Gabriella

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